domingo, 8 de abril de 2007

Tramposa


Mi alentadora (¿?) experiencia con la bruja que me tiró las cartas el sábado pasado, contagió de entusiasmo a mis amigas. Eleonora, Sarah y Sirena (quien presentó formalmente a su nuevo novio) no fueron la excepción. De modo que las llevé al bar.

Llegamos cuando aún no eran las 2 AM. El boliche estaba bastante vacío. Éramos nosotros más unos cuatro o cinco travestis y unos pocos desorientados que deambulaban por la cuasi desierta pista, la desolada barra y el oscuro patio donde, supusimos, había una especie de partuza debido al continuo movimiento por parte de la mayor parte de los presentes.

Nos sentamos cerca de la barra. Eleonora, Sirena y yo pedimos algo para tomar y hacer tiempo hasta que la tarotista terminara de ser maquillada.


En fin... a la media hora, más o menos, llegó el turno de Sarah. Me pidió que me sentara a su lado mientras el resto del grupo esperaba a un costado.


Debo reconocer que la tarotista no hizo honor a la propaganda que estuve haciéndole durante toda la semana... Le habló de problemas familiares por temas de dinero (una predicción "comodín", supongo, ya que en la mayor parte de las familias sucede eso), un hombre relacionado al tema laboral que estaba enganchado con ella (obviamente, eso fue fácil de relacionar ya que Sarah trabaja con muchos hombres), una amiga envidiosa (ahí se nos complicó más la asociación) y algunos asuntos más que ahora no recuerdo. Entusiasmada con la sesión de adivinación, Sarah preguntó si iba a casarse y tener hijitos. "Si sale la luna, me muero" dijo la bruja. Pero, no. La luna no salió y así, llegaron las palabras de desaliento: "No... acá no me sale nada... ni casamiento, ni hijos. Pero vas a tener una relación muy buena con esta persona que te dije antes". La desilusión en el rostro de Sarah era evidente, de modo que la tarotista intentó suavizar su visión del futuro diciéndole que "quizás sale eso porque todavía no estás con la persona, mamita". Pero, tarde piaste golondrina. En una milésima de segundo, Sarah pudo imaginarse su vida soltera y sin descendencia.


Luego llegó el turno de Eleonora. Una vez más, fui la acompañante y testigo de la taroteada. Esta vez, la bruja arrancó con toda la garra, acertando: se refirió a un problema de salud padecido por su padre o madre. Eleo asintió. Habló sobre el modo en el cual esto la afecta tanto en su vida personal como en la facultad. También es cierto. Mencionó lo mucho que le cuesta llegar a fin de mes y, hasta el momento, todo venía de maravillas. Eleo no quiso perderse la oportunidad de preguntar sobre el amor (hace dos años que está de novia). Y, he aquí, la aniquiladora frase de la tarotista: "Mejor sola que mal acompañada". Eleo me miró con los ojos grandes como dos lunas llenas y una desilusión que le atravesaba la mirada. Repitió "No, no, no... acá no veo nada en el amor". Luego, llegó la hora de la pregunta final. Eleo consultó conmigo acerca de la mejor opción. Necesitaba saber si Rodolfo, su novio, aparecía en alguna carta. Entonces, preguntó sobre el amor en el futuro. "Ah..." sonrió. "Vas a conocer el amor... en unos cuatro o cinco años... no más." "¿Pero ahora?", insistió con la ilusión de que Rodo diera señales de vida, humo o vapor, al menos. "No, por ahora no", sentenció.


Sirena se echó atrás en el último minuto, y decidió no arriesgar su buen estado de ánimo. "No sea cosa que me diga que mi novio no me ama, me mete los cuernos o es extraterrestre". Su presente estaba demasiado límpido como para mancharlo con algún mal augurio. Eso sí, mientras Sarah y Eleo veían su supuesto futuro, Sirena aprovechó para recibir una sesión de maquillaje gratuito que una simpática y bizarra make-up artist de peluca platinada ofrecía a pocos metros de donde estábamos.


Enloquecidas con las coloridas sombras que decoraban sus ojos, nos unimos al club de las caritas pintadas y las tres nos entregamos a las bondades del make-up. Yo elegí la gama de los azules... me sentía una actriz del Jólibud al estar siendo maquillada.


Chochas. Las tres chochas.


Sirena y su novio, nos abandonaron con rumbo desconocido a eso de las cuatro. Nosotras no podíamos desperdiciar nuestro nuevo look postmoderno y partimos en busca de un nuevo lugar donde ser admiradas (je...)


El destino fue el bar de unos amigos donde nos quedamos hasta las siete de la mañana.


En fin, fue un poco difícil convencer a Sarah de que todo el tema de las cartas era un juego. Sólo eso. Algo como para no confiar ciegamente. Las palabras de la tarotista no significaban que ella iba a terminar siendo la solterona del grupo, ni tenían por qué condicionar la incansable búsqueda de su media naranja. Tampoco significaba que Eleonora debía abandonar a Rodolfo a sabiendas de que su supuesto futuro le deparaba otro amor.


Cada uno elige creer o no. Filtrar aquella información que pueda llegar a resultar un impedimento a la hora de avanzar y quedarse con los augurios alentadores. En otras palabras, hacer trampa. Sé que no es lo justo... pero tampoco es justo dejarse gobernar por supuestos.


Como a mí sí me gustó lo que me dijo, elijo creer (ésa es mi trampa).

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