La loca de la botella
Hace bastante tiempo ya... no importa cuánto.
En un bar céntrico... no importa cuál.
Me encontraba con S., una chica con la cual la amistad ya estaba en plena decadencia; a decir verdad, estaba agonizando. Creo que nuestra salida a aquel bar fue algo así como un manotazo de ahogado, pero de ésos que no salvan, sino, hunden. Yo y mi cabeza dura (debería haberme dado cuenta de que una salida no iba a servir de nada luego de la inmensa cantidad de mentiras que había descubierto por parte de ella).
Llegamos tarde. Tardísimo. El mini recital de la banda que habíamos ido a ver, ya había comenzado hacía un rato. Mucha gente y poco espacio. Tendríamos que conformarnos con algún rinconcito que quedara. Varias personas se encontraban cómodamente sentadas ya que habían reservado mesas con anterioridad para cenar y disfrutar del show.
No tuvimos más remedio que cruzar frente al escenario rumbo a un rincón semi-vacío. Sin darme cuenta, terminamos en la otra punta del bar, cerca del escenario pero bloqueando la visual de un grupo de personas (de los previsores, los que sí habían reservado). Recién me percaté de esto, cuando S. Me dice:
“¡Ay! Mirá como nos miran... ¡Es que somos lindas!”
Cuando me doy vuelta y veo al grupo que nos estaba observando fijamente, pude distinguir que sus miradas no eran de admiración, precisamente, sino que reflejaban furia.
“No, tarada... Nos miran porque les estamos bloqueando la visual. Vamos a corrernos”, le digo.
“No, no nos corremos nada. Que se jodan”, me respondió.
*Uh... esta piba está cada día más pirada...*, pensé.
De modo que me corrí (sí, soy una nena educadita) y me apoyé contra una de las paredes linderas al escenario. Claro, no podía ver nada, pero el espectáculo se escuchaba de maravillas y, aunque no hubiese sido así, me tenía que joder porque ellos habían llegado temprano... y nosotras, no. A todo esto, S. seguía plantada frente al grupo que estaba sentado en la mesa.
En eso, una de las chicas que no podían ver gracias a la desubicación de S., se acerca a ella y le pide, de buena manera, que se corra. S. saltó como si la hubiesen agredido y se negó por completo. “Si no pueden ver, no es mi problema”, fue su respuesta. Me acerqué, intenté convencerla, pero no había caso. Así que regresé a mi rincón preguntándome por qué había salido con ella.
Antes de continuar, cabe aclarar que soy una chica que vive en su mundo, bastante distraída. Digo esto porque al rato, alguien de me toca el brazo. Era una de las chicas de la mesa en cuestión. Me dice:
“Flaca, todo bien con vos... pero decile a tu amiga que se corra, ¡es una pelot*da!”
Uhm... a ver... S. ya no era amiga mía y sí, era una pelot*da... qué dilema. ¿Desplegaba toda mi indiferencia o la defendía? Opté por algo más bien intermedio: intenté calmar a la enfurecida espectadora y volví a acercarme a S. para que abandonara ese lugar que le resultaba tan molesto a los demás.
“¡Nooooo! ¿Pero quiénes se piensan que soooooon? ¡Si yo me quiero quedar parada acá, me quedo!”, empezó a vociferar.
“Vos sos una boluda. Hacé lo que quieras”, contesté. Si ella era una loca de remate, ése no era asunto mío. Tampoco iba a ponerme de rodillas, llorar y suplicarle que se corriera.
La disputa se prolongó un buen rato. S. les dedicaba miradas burlonas, del estilo “tetapoynoveslerolero” y algunas de las chicas la insultaban por lo bajo—la más osada, le gritó: “Vos sos una tilinga que se para ahí para levantarse tipos” (fue bastante suave... y bastante cierto).
Intervalo.
A partir de allí, todo explotó de un momento a otro...
S. y yo habíamos comprado una cerveza. Yo seguía contra la pared y ella seguía frente a la mesa (estaríamos, más o menos, a un metro y medio de distancia). Mientras yo, pequeña criatura distraída, tomaba y pensaba en pajaritos de colores, S. sostenía sus miradas desafiantes. Fue entonces cuando distinguí que una de las chicas furiosas hablaba amablemente (o fue lo que me pareció) con S. No parecían estar gritándose de modo que pensé “Ah, buenísimo... están arreglando el asunto”. Ingenua de mí. Mi vaso estaba vacío, así que giré para buscar la botella que había apoyado en el piso para servirme un trago más. La cerveza cayó, dorada y fresca en el vaso hasta llenarlo. Sólo unos segundos. Giré... y el caos.
¿Cómo explicarlo? Un remolino de gente golpeándose violentamente. Entre ellos, S. y la chica enfurecida, agarradas de los pelos. En un parpadeo (juro que fue un segundo), un chico de un metro noventa, calzándole un gancho aniquilador a S. Una piña fea, eh. A todo esto, yo me había quedado congelada y mis ojos deberían haber tenido el tamaño de dos lunas llenas. A mí no me gustan esos escándalos, pero tampoco podía quedarme ahí parada. Corrí a separar a S. del lío, pero la perdí pronto de vista, entre tanto alboroto. Sin embargo, me acerqué (con mi imponente (¿?) altura de un metro sesenta) al violento armatoste enfurecido y empecé a gritarle que estaba loco y no podía pegarle a una mujer... a lo cual, él me respondió:
“Tu amiga está loca... ¡Le partió una botella en la cabeza a mi novia! ¡La voy a matar!”
...
“Nah... mentira”, dije yo.
“¡Sí! Fijate los vidrios”
Pálida, me puse. No sabía si sacarla de allí lo antes posible o dejar que la reventaran a palos. La busqué con la mirada y la encontré escondida en un rincón, llorando, con el maquillaje corrido, el pelo enmarañado y haciéndome señas para que fuera en su auxilio.
“¿¿Le partiste una botella en la cabeza?? ¿¿Estás loca??”, le pregunté, conmocionada.
“Sí... pero andá a buscarme el bolso”, lloraba. “Por favor, Viole, y perdí los aros... ¡No! ¡Dios! ¡Se me rompió la pulsera! ¡Me quiero matar!” (“Y yo te quiero matar a vos”, pensé.)
Mientras ella fue al baño, yo fui a buscar su bolso. El grupo que estaba en la mesa, ya había desaparecido. En el camino hacia el baño, la gente me miraba y me iba devolviendo cosas de S. que habían quedado desparramadas por el lugar.
“Che, flaca, este aro es de tu amiga”
“Hey, este collarcito es de la flaca de la botella, no?”
Yo aceptaba los ítems con un “Gracias” y una sonrisa amable que escondían mis instintos asesinos para con S.
Llegué al baño cargada con su bolso, su campera y demás chucherías. S. lloraba desconsoladamente y repetía “mequieromorirmequieromorirmequieromorir”. Su remerita blanca tenía gotas de sangre ya que sus brazos (y seguramente los de su rival) estaban lastimados por las esquirlas de vidrio de la botella despedazada. Además de su labio, ya que el gancho que había recibido era cuasi digno del Roña Castro.
Lo que siguió fueron las disculpas de los dueños, regalo de entradas VIP (forever), ofrecimiento de tragos, un breve interrogatorio para identificar a los agresores (¡Ja! Si bien la otra parte también estuvo mal, ahora S. que había generado todo, aparecía como víctima...).
En fin, cuando, mínimamente, logró calmarse, salimos a buscar un taxi. El aire fresco la ayudó a sacar sus propias conclusiones sobre el incidente:
*Snif, snif* ¿Sabés por qué me pasó esto? *snif, snif*
A lo que yo empiezo a responder: “Y... porque vos te quedaste par—"
“¡¡¡Nooo!!! Me pasó esto porque... ¡Soy linda!”
Demás está decirlo, esa fue la última vez que la vi.
En un bar céntrico... no importa cuál.
Me encontraba con S., una chica con la cual la amistad ya estaba en plena decadencia; a decir verdad, estaba agonizando. Creo que nuestra salida a aquel bar fue algo así como un manotazo de ahogado, pero de ésos que no salvan, sino, hunden. Yo y mi cabeza dura (debería haberme dado cuenta de que una salida no iba a servir de nada luego de la inmensa cantidad de mentiras que había descubierto por parte de ella).
Llegamos tarde. Tardísimo. El mini recital de la banda que habíamos ido a ver, ya había comenzado hacía un rato. Mucha gente y poco espacio. Tendríamos que conformarnos con algún rinconcito que quedara. Varias personas se encontraban cómodamente sentadas ya que habían reservado mesas con anterioridad para cenar y disfrutar del show.
No tuvimos más remedio que cruzar frente al escenario rumbo a un rincón semi-vacío. Sin darme cuenta, terminamos en la otra punta del bar, cerca del escenario pero bloqueando la visual de un grupo de personas (de los previsores, los que sí habían reservado). Recién me percaté de esto, cuando S. Me dice:
“¡Ay! Mirá como nos miran... ¡Es que somos lindas!”
Cuando me doy vuelta y veo al grupo que nos estaba observando fijamente, pude distinguir que sus miradas no eran de admiración, precisamente, sino que reflejaban furia.
“No, tarada... Nos miran porque les estamos bloqueando la visual. Vamos a corrernos”, le digo.
“No, no nos corremos nada. Que se jodan”, me respondió.
*Uh... esta piba está cada día más pirada...*, pensé.
De modo que me corrí (sí, soy una nena educadita) y me apoyé contra una de las paredes linderas al escenario. Claro, no podía ver nada, pero el espectáculo se escuchaba de maravillas y, aunque no hubiese sido así, me tenía que joder porque ellos habían llegado temprano... y nosotras, no. A todo esto, S. seguía plantada frente al grupo que estaba sentado en la mesa.
En eso, una de las chicas que no podían ver gracias a la desubicación de S., se acerca a ella y le pide, de buena manera, que se corra. S. saltó como si la hubiesen agredido y se negó por completo. “Si no pueden ver, no es mi problema”, fue su respuesta. Me acerqué, intenté convencerla, pero no había caso. Así que regresé a mi rincón preguntándome por qué había salido con ella.
Antes de continuar, cabe aclarar que soy una chica que vive en su mundo, bastante distraída. Digo esto porque al rato, alguien de me toca el brazo. Era una de las chicas de la mesa en cuestión. Me dice:
“Flaca, todo bien con vos... pero decile a tu amiga que se corra, ¡es una pelot*da!”
Uhm... a ver... S. ya no era amiga mía y sí, era una pelot*da... qué dilema. ¿Desplegaba toda mi indiferencia o la defendía? Opté por algo más bien intermedio: intenté calmar a la enfurecida espectadora y volví a acercarme a S. para que abandonara ese lugar que le resultaba tan molesto a los demás.
“¡Nooooo! ¿Pero quiénes se piensan que soooooon? ¡Si yo me quiero quedar parada acá, me quedo!”, empezó a vociferar.
“Vos sos una boluda. Hacé lo que quieras”, contesté. Si ella era una loca de remate, ése no era asunto mío. Tampoco iba a ponerme de rodillas, llorar y suplicarle que se corriera.
La disputa se prolongó un buen rato. S. les dedicaba miradas burlonas, del estilo “tetapoynoveslerolero” y algunas de las chicas la insultaban por lo bajo—la más osada, le gritó: “Vos sos una tilinga que se para ahí para levantarse tipos” (fue bastante suave... y bastante cierto).
Intervalo.
A partir de allí, todo explotó de un momento a otro...
S. y yo habíamos comprado una cerveza. Yo seguía contra la pared y ella seguía frente a la mesa (estaríamos, más o menos, a un metro y medio de distancia). Mientras yo, pequeña criatura distraída, tomaba y pensaba en pajaritos de colores, S. sostenía sus miradas desafiantes. Fue entonces cuando distinguí que una de las chicas furiosas hablaba amablemente (o fue lo que me pareció) con S. No parecían estar gritándose de modo que pensé “Ah, buenísimo... están arreglando el asunto”. Ingenua de mí. Mi vaso estaba vacío, así que giré para buscar la botella que había apoyado en el piso para servirme un trago más. La cerveza cayó, dorada y fresca en el vaso hasta llenarlo. Sólo unos segundos. Giré... y el caos.
¿Cómo explicarlo? Un remolino de gente golpeándose violentamente. Entre ellos, S. y la chica enfurecida, agarradas de los pelos. En un parpadeo (juro que fue un segundo), un chico de un metro noventa, calzándole un gancho aniquilador a S. Una piña fea, eh. A todo esto, yo me había quedado congelada y mis ojos deberían haber tenido el tamaño de dos lunas llenas. A mí no me gustan esos escándalos, pero tampoco podía quedarme ahí parada. Corrí a separar a S. del lío, pero la perdí pronto de vista, entre tanto alboroto. Sin embargo, me acerqué (con mi imponente (¿?) altura de un metro sesenta) al violento armatoste enfurecido y empecé a gritarle que estaba loco y no podía pegarle a una mujer... a lo cual, él me respondió:
“Tu amiga está loca... ¡Le partió una botella en la cabeza a mi novia! ¡La voy a matar!”
...
“Nah... mentira”, dije yo.
“¡Sí! Fijate los vidrios”
Pálida, me puse. No sabía si sacarla de allí lo antes posible o dejar que la reventaran a palos. La busqué con la mirada y la encontré escondida en un rincón, llorando, con el maquillaje corrido, el pelo enmarañado y haciéndome señas para que fuera en su auxilio.
“¿¿Le partiste una botella en la cabeza?? ¿¿Estás loca??”, le pregunté, conmocionada.
“Sí... pero andá a buscarme el bolso”, lloraba. “Por favor, Viole, y perdí los aros... ¡No! ¡Dios! ¡Se me rompió la pulsera! ¡Me quiero matar!” (“Y yo te quiero matar a vos”, pensé.)
Mientras ella fue al baño, yo fui a buscar su bolso. El grupo que estaba en la mesa, ya había desaparecido. En el camino hacia el baño, la gente me miraba y me iba devolviendo cosas de S. que habían quedado desparramadas por el lugar.
“Che, flaca, este aro es de tu amiga”
“Hey, este collarcito es de la flaca de la botella, no?”
Yo aceptaba los ítems con un “Gracias” y una sonrisa amable que escondían mis instintos asesinos para con S.
Llegué al baño cargada con su bolso, su campera y demás chucherías. S. lloraba desconsoladamente y repetía “mequieromorirmequieromorirmequieromorir”. Su remerita blanca tenía gotas de sangre ya que sus brazos (y seguramente los de su rival) estaban lastimados por las esquirlas de vidrio de la botella despedazada. Además de su labio, ya que el gancho que había recibido era cuasi digno del Roña Castro.
Lo que siguió fueron las disculpas de los dueños, regalo de entradas VIP (forever), ofrecimiento de tragos, un breve interrogatorio para identificar a los agresores (¡Ja! Si bien la otra parte también estuvo mal, ahora S. que había generado todo, aparecía como víctima...).
En fin, cuando, mínimamente, logró calmarse, salimos a buscar un taxi. El aire fresco la ayudó a sacar sus propias conclusiones sobre el incidente:
*Snif, snif* ¿Sabés por qué me pasó esto? *snif, snif*
A lo que yo empiezo a responder: “Y... porque vos te quedaste par—"
“¡¡¡Nooo!!! Me pasó esto porque... ¡Soy linda!”
Demás está decirlo, esa fue la última vez que la vi.
25 comentarios:
UY! Yo tenía una amiga re parecida, igual de enferma y desubicada, y también le corté la onda, porque me avergonzaba en todas las salidas...
Pumpla: A mí no sólo me avergonzaba sino también me mentía. Linda amiga tenía ¿viste? Besos
¡Jajaja!
Es una bella historia para contarle a tus nietos.
Hay un tipo de persona que es así, que piensa que hay un complot del mundo contra ella (aunque creo que tu amiga, sí, esa... la de la botella, se fue de mambo y mal).
A este tipo de gentes, además de no tenerlas de amigas, les digo: "Mirá... la verdad es que científicamente está comprobado que el planeta tiene un centro. Y no sos vos. Tarada".
Si se ofende, allá ella.
Lolo: ¡Sí! Será el cuento para dormir que le cuente a mis nietos jaja POR SUERTE, ella terminó ofendiéndose conmigo (¿?) Beso!
A mi me parece que tu amiga está mas para vedette del maipo. Andá a saber, ahora la perdés de vista por unos años y la proxima, la ves en un programa de chimentos a las puteadas con la suller
Mirá, la primer mentira que percibo es que era linda, si lo fuera, más de uno la hubiera llevado a su mesa, y ella estaría más contentita.
Partirle una botella a una persona???? eso es vivir en un termo,guardado en tu tupper, que suerte que zafaste, Viole.
Beso
Welt: ¡Tal cual! Toda una vedettona histérica y conventillera. Diste en el clavo.
Naaaa, no puede ser verdad...
Por dios, menos mal que te la sacaste de encima.
Zarpada historia! =P
Viole, era linda o no? vivía en un termo que estaba dentro de un tupper?
Oh goodness, tan linda como pelotuda era!
Viole: Dejate de Joder...de donde sacaste a esta amiga. Doble personalidad, se le metió el diablo al cuerpo. ¿Era linda de verdad?, ¿Delirio de vedete o artista?
A estas amigas que a uno siempre se le escapan en la libreta hay que borarlas de por vida. ¿Que grupo tocaba para no querse mover?Me imagino que habraás cambiado de movil y dirección. PELIGRO!!!!
Juajua k simpatico el post. A veces suele pasar lo que tu comentas.
Saludos desde Chile
Viole, tu amiga era una autentica BOLUDA!!! Por Dios!!! Yo no sé si siendo vos, hubiera ido a buscar sus cosas, y no me las tomaba primero.
No puedo creer que haya descerebradas de esa calaña!!!
Flor: ¡Sí! ¡Es verdad! Aunque yo quisiera que haya sido mentira :S
Ahora me río pero en el momento fue patético...
Crono: Sí, linda ERA (vi unas fotos de ella recientes y está bastante baqueteada jaja) Y sí, vive en un termo que está adentro de un tupper (guardado en el fondo de una heladera que se encuentra encerrada en una habitación aislada del mundo real)
Miranda: Jajaja Su pelotudez no tiene nombre. Supera cualquier otra cualidad de esta ex pseudo amiga. Terrible.
¡Besos a las tres!
Mila: Lo que sucede es que soy bastante sociable y de cada actividad que he realizado he sacado algún amigo. En este caso le erré, feo. Y tenía delirio de TODO. Tocaba una banda que solíamos ir a ver, pero nada del otro mundo... Igualmente, es una chica peligrosa... Si contara otras anécdotas, se caerían de espaldas, SIN DUDARLO
Nicotb: Hola y bienvenido. Sí, son cosas que pasan y personas con las que un@ se cruza... lamentablemente
Memorex: Sí, descerebrada es una palabra que la define a la perfección. Yo reaccioné como pude, pero sí, debería haberla dejado. Qué se le va a hacer, soy media tontita jaja
Besos grandes!
ésa chica estaba loca en serio Viole!!!!
Miss Clockwork: ¡Sí! Loca, mal. (Pero creo que más loca estaba yo por habérmela bancado durante casi dos años) Besos!
jajaja tremenda muchacha , lo bueno es ke te libraste de esa amistad ke seguro no traeria nada bueno mas ke chistes sobre sus historias...
un beso y gracias por tus comentarios
Sandra: En su momento me divertí mucho con ella. Pero es de esas personas que sólo son buenas para joder. Como amigas, dejan DEMASIADO que desear... Besos!
Homestidad Bruta......yo tb fuí amiga de ese objeto no identificado..siiiiiiii y es verdad está re chiflada, no puede ver más alla de si misma. Yo hacía años que no la vea ( casi 10) y cuando volví a verla casi casi que volvimos a tener la amistad de pequeñas, hasta que un buen día empecé a notar su alevoso amor propio y también alguna que otra mentira, como ser..que ella siempre dejaba a los flacos y después me enteraba que era al revés, pateticas las actitudes de una flaca que ya está mas cerca de los 30 que de los 20 y encika no tiene NADA en la cabeza.
No me extraña nada eso que te hizo pasar en el bar Violet, menos mal que ya la eyectaste de tu life!!
salu2
Ori
Ori: ¡Amiga! Gracias por tu valiente testimonio :P Vos sos una de las que ha sufrido a "la loca de la botella". Pero eso ya es pasado... por suerte! Si contáramos otras anécdotas, se pudre todo jajaja Besos, te quiero
jajajajaja que buen relato! me mori de risa Violeeee!!!!
Che tu amiga era rubia??? Pregunto por lo bol*da...
Y si, en este país ronda la mala educación a cada paso. En cualquier lugar de Europa la gente tiene respeto por los demás pero acá no...
Por suerte hay gente que entiende como son las cosas, y para los que no, ya saben, rómpanle el labio :P
Besos!
Mario
Mario: ¡Hola! No, no era rubia. Pero tenía reflejitos... creo que el decolorante se le filtró y terminó quemando sus únicas tres neuronitas, pobrecitas.
Beso!
nononononono, una loca MAL, en k clase de agujero vive esta chica????
reglas de convivencia cero, como zafaste!
Lulis: Sí, menos mal que zafé. Pero al menos aprendí a ser más cuidadosa en el tema amistoso. Beso!
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