sábado, 7 de abril de 2007

Eliminado en el primer casting de Popstars

El otro día estaba en el colectivo, yendo para el centro. Como de costumbre, iba soñando despierta, mirando a través de la ventanilla. En eso... un desagradable sonido me despertó.


Justito en el asiento de atrás, un flaco (no alcancé a verlo) cantaba con todas las ganas una canción de Sin Bandera (o similar...). Hacía falsetes y todo. Tenía ganas de darme vuelta cual búho y comprobar la imagen que tenía en mi cabeza: un flaquito romanticón con sueños de estrella pop, ensimismado en la música (¿?) que brotaba de su discman mientras hacía caritas Christina-Aguilerescas.


Cantaba lo suficientemente bajo como para que el resto de los pasajeros no lograra escucharlo y lo suficientemente alto como para que yo (pobre de mí) tuviese que padecer aquel improvisado recital sobre ruedas.


Desde que su voz hittera, digna de las primeras etapas de Popstars, comenzó a perforar mis oídos, no logré volver a mi habitual rutina de colgarme mientras viajo. Seguí incapaz de concentrarme en otra cosa durante los veinte minutos restantes de trayecto. Rogaba que el CD llegara a su fin, que se quedara sin pilas o, mejor aún, que el muchacho en cuestión se quedara difónico.


Nada de esto sucedió, pero no hay mal que dure cien años, ni oídos que lo resistan. La parada de la salvación apareció justo a tiempo, antes de que mis tímpanos explotaran cual petardos en Año Nuevo y al bajar, disfruté aliviada de los estruendosos ruidos de la calle: incluso las bocinas sonaban mejor que aquella voz que no podía alejar de mi mente.


Sonreí maliciosamente al ver que, mientras me aprestaba a bajar del colectivo, un alma desprevenida se abalanzaba sobre el asiento que estaba dejando... "Otra víctima pensé". Pero no podía desearle tremenda tortura a otra persona, de modo que pronto deseé "Ojalá sea sorda..."

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